El CO2 ha encontrado un nuevo enemigo en los excrementos de las ballenas, ya que estas no solo ayudan a preservar la vida vegetal de los oceanos, sino que recientes estudios llevados a cabos por científicos australianos han descubierto que además incrementan la capacidad de éstos vegetales para absorber CO2. De hecho, la tercera parte del CO2 antropogénico está fijado por la vida vegetal marina.
El kit de la cuestión esta en la dieta de estos animales, como la mayoría de las personas saben, la base fundamental de la dieta de las ballenas es el krill (un pequeño crustáceo muy rico en hierro), pues bien resulta que esta riqueza en hierro es la que hace que una vez la ballena halla defecado sus desechos se conviertan en un gran fertilizante para las plantas y algas marinas, que crecen tan exhuberantes como la mala hierba.
Resulta paradójico que el mismo efecto que algunos científicos trataron de potenciar (sin éxito) espolvoreando sulfato de hierro en la Antártica, se resuelva con éxito en el caso de las heces de ballenas, esto una vez más nos vuelve a demostrar el potencial de la naturaleza.
Los investigadores dicen que una tercera parte parte de los océanos tiene un bajo contenido en hierro. Sin embargo, han probado que los detritos de las ballena contienen una alta concentración de dicho mineral –unas 100 millones veces mayor que la que puede hallarse en aguas del Antártico.
Vía: EcoGeek
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